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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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10-01-2014

 

 

 


 

 

 


Interpretando a un trabajador con la mirada burguesa

SURda

 

Opinión

c.e.r.

 

El diario “El País” (Uruguay, edic. dig) publicó el domingo pasado un reportaje de casi una página al dirigente de la Federación de la Bebida Richard Reed.

Fue una hazaña periodística mínima, con la miopía característica de los que vienen desde la burguesía dependiente uruguaya y eso se nota en las preguntas realizadas al citado dirigente.

De cualquier manera fue un logro, porque las voces críticas, como las del citado dirigente, no tienen cabida en la prensa burguesa, máxime cuando sus juicios y valoraciones son críticos al gobierno actual. En esos casos, la prensa oficialista los silencia. Nuestro progresismo de izquierda, no quiere diálogos en condiciones de igualdad y considera que el movimiento sindical debe ser un aliado pasivo, silencioso, que los ayude a ellos a gobernar de acuerdo a la máxima de la denominada “democracia representativa”, o sea los que hablan, juzgan, interpretan, son los “representantes”, los demás ciudadanos deben llamarse al silencio.

Conciente que el reportaje debía explotarse más a fondo, el 2 de enero del nuevo año 2014 se vuelve al tema pero por editorial

Y allí quedan en evidencia las carencias del reportaje inicial, el ángulo de mira y la visión general.

Para la burguesía blanqui-colorada agrupada en “El País” el movimiento sindical no debe manejar “caja”.

Si serán ignorantes estos burgueses neoliberales actuales, que no saben que el movimiento sindical maneja y manejó siempre “caja”.
¿Con qué recursos se podían realizar paros y huelgas, para defender los derechos elementales de los trabajadores (la jornada de 8 horas, el derecho de reunión libre, el derecho a las asambleas de trabajadores, las reivindicaciones salariales) si no existía una “caja solidaria” con la cual respaldar la huelga, las movilizaciones, las protestas?

La burguesía blanca que dirige “El País”, acostumbrada hasta a “manguear” para la compra del recado de Aparicio Saravia, al estado, que son los dineros públicos.

La burguesía blanca que “tienen cocodrilos en los bolsillos” cada vez que deben ser solidarios con sus propios correligionarios (verbigracia el viaje de Ferreira Aldunate, para la vuelta a sus lares, a la caída de la tiranía) sabe bien de qué hablamos. Cuando “tuvieron que ponerse” se escapaban de las reuniones. Es parte de la historia del egoísmo de la clase burguesa nacional, de la cual los “blancos” de “El País” son una parte.

La solidaridad entre la otra clase fundamental de nuestra sociedad, los trabajadores, en cambio, nace desde los mismos inicios de la existencia de esa clase. Se ha ejercido en todos los tiempos.
Es un elemento que preside la diferencia fundamental que opone a los explotadores con la clase de los explotados. Haría bien el cronista editorial de “El País” en reflexionar sobre esa dicotomía fundamental.

Señalemos entonces que “manejando caja”, los obreros construyeron cooperativas de producción y de consumo, compraron sus locales sindicales, los equiparon, y al mismo tiempo destinaron recursos (de los jornales magros que siempre han tenido) para respaldar a gremios en lucha, compañeros enfrentados a otros patrones en defensa del salario y sus derechos.

Tomando de partida, el tema “caja” el desgraciado editorialista de “El País” se introduce en el reciente escándalo que protagonizó el gremio metalúrgico, con el Sr. Abdala a la cabeza, en el episodio de las viviendas y las “coimas” solicitadas de las ganancias de los empresarios, con el pretexto de “comprar terrenos” y que a la postre desapareció bajo la explicación de “gastos de representación”.

El tema no es que los sindicatos manejen “caja”, el tema es que el manejo de caja debe ser público, transparente, sujeto a controles y auditorías de todo el movimiento sindical. Y Richard Reed, al comienzo de su intervención –cuando solicitó “informes”- acaba de solucionar el problema con soltura y elegancia.

Ahora hay si mejores condiciones, para eliminar ciertos “secretismos” parientes del sectarismo elemental y, encaminado el problema, se solucionan dentro de la Convención Nacional de Trabajadores, las diferencias sin mayores discusiones.

Pero el diario “El País” con su lamentable pasado de ladero consecuente del militarismo dictatorial que tanto ensangrentó al país en nombre de la “propiedad privada”, “el libre mercado” y el resto de las paparruchas burguesas aprovecha la oportunidad para tirar una referencia al “marxismo trasnochado” que no se dio cuenta de “la caída del muro de Berlín”.

La burocracia sindical –Richard Reed, habla de la “peronización” en el movimiento sindical uruguayo- no es un hecho nuevo para el movimiento asalariado. 
Surge en las filas de la aristocracia sindical, su relación con los poderes políticos del estado, y el poderío económico de esos sindicatos al seno del conjunto del movimiento obrero organizado.

Registra sus diferencias y desniveles. Habrá siempre sindicatos más débiles que otros, con menor poder de cotización, con “cajas” débiles, porque sus miembros son débiles. Nunca fueron lo mismo los poderosos sindicatos del metal, en países de cierto desarrollo industrial, que los sindicatos de “la aguja”.

Una pasada por las “uropas” y una observación sin anteojeras de los otrora poderoso sindicatos socialdemócratas, con sus gigantes sedes, teatros, actividades educativas, planes de vivienda cooperativa, le haría mucho bien a los redactores de “El País”, no solamente para mejorar su cultura general, sino para apreciar un hecho innegable, en esas salas sindicales europeas, los uruguayos perseguidos, podían reunir a los artistas uruguayos (Viglietti, Los Olimareños , el inolvidable “Sabalero” y tantos otros más) cuando en Uruguay la redacción del diario “El País” encontraba espacios en sus salones, para ofrecer al futuro dictador Gregorio Álvarez, salones para sus conciliábulos golpistas. Jamás para auspiciar un acto opositor democrático.

Son diferencias que cabe señalar.

La caterva de maniáticos de derecha, nostálgicos del fascismo criollo, que alberga en “El País” en los comentarios “de lectores” de sus malos artículos, es un ejemplo actual y vivo, de ese odio inconmensurable que una parte de sus lectores han tenido siempre al movimiento sindical uruguayo. Odian los sindicatos, los sindicalistas, sus organizaciones, todos sus derechos.

Para la burguesía liberal de “El País”, todo el pituquerío burgués que se agrupa en sus salones, el movimiento sindical es su enemigo fundamental.
Lo dicen constantemente en sus páginas, lo manifiestan en todos sus artículos y comentarios.
Ellos quieren una legislación neoliberal, con derecho a despedir a troche y moche, con trabajos mal remunerados que se llaman “chatarra”, donde la precariedad sea el horizonte cotidiano.
Aprovechan cada huelga para volver con su latiguillo de clase, con sus viejos prejuicios, con ese odio de clase que todos ellos llevan impreso en sus huesos, como marca genética.

No entenderán nunca a fondo las diferencias que se agitan al seno del movimiento asalariado nacional y sus intentos de interpretación de los mismos son siempre pueriles, cojos, prejuiciados.

Inclusive sus referencias al sindicalismo del Sr. Jimmy Hoffa en los Estados Unidos, que era un sindicalista mafioso, engendro del estado burgués norteamericano, la sede y el soporte del imperialismo internacional.
Ni hablar de ese tiente tieso argentino, el camionero Moyano representante tardío y degenerado, del “sindicalismo gordo” argentino, que apareció con Perón para liquidar el movimiento clasista argentino.

Ya embalado el editorialista, se desliza por el tema de los “códigos” del movimiento sindical nacional. Digamos que es un movimiento sindical que tiene más de 100 años de existencia. Que ese sindicalismo, en tiempos recientes y bien modernos, mostró toda su estatura de gigante ante la entera sociedad uruguaya. Fue el movimiento sindical que en la Huelga General, marcó a fuego a la dictadura militar naciente, como no tuvo capacidad para hacerlo ninguna otra clase de la sociedad uruguaya.

Y fue el movimiento que engendró el PIT (el Plenario Intersindical de Trabajadores) que marcó también con gallardía que la clase obrara nacional seguía siendo el primer campeón de la democracia social en el Uruguay. Sobre todos estos antecedentes el editorialista de “El País” pasa ignorándolos, con esa miopía característica de la clase que representa.

Ese movimiento tiene a su seno diferencias, pero esas diferencias se resuelven en el mismo ámbito sindical. Habrá, en consecuencia, los defensores de un movimiento sindical sectario, estrecho, oportunista (ahora, como en el pasado reciente) y habrá embriones cada vez más pujantes de un sindicalismo clasista, consecuente, independiente de los poderes políticos, porque en el fondo de todos estos problemas se agita un gran tema: la emancipación de la clase obrera, de todos los asalariados y explotados, del yugo del capital.

Un sindicalismo que pujará –en sus diferentes vertientes- por la independencia de clase , por la solidaridad activa, por la democracia social extendida a la sociedad toda.

No tenga dudas –el editorialista de El País- que el movimiento obrero uruguayo, sus dirigentes pensantes, el cuerpo de militantes y activistas que se reactiva, en este período de “progresismo gobernante”, ignora la caída del “muro de Berlín”.

Bien presente lo tiene!!!

Porque todas esas situaciones pronto –si no ya- han entrado en la categoría de “prehistoria del movimiento obrero”, en una situación especial de crisis del sistema capitalista.

Vendrán otras crisis –ya están presentes- y el movimiento obrero uruguayo, como los otros movimientos obreros del mundo, sabrán superar sus errores iniciales, sus fracasos, sus limitaciones.

Llegará un tiempo que se reirán ruidosamente de todos los intentos fallidos, de todos aquellos errores y limitaciones que son el fruto de su infancia.

Y se lanzarán nuevamente, millones y millones de hombres y mujeres, a tomar nuevamente “el cielo por asalto”.

En cambio para la pituquería burguesa de “El País” las campanas tocan a rebato.
Y están tañendo por la desaparición de la clase de los explotadores, de los que viven del trabajo ajeno, de la miseria y del hambre de la mayoría.

Eso sí que no tiene remedio.



 
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